jueves, 5 de julio de 2012

Criterión

Bogotá, Colombia

Este restaurante, ícono de la llamada Zona G de la capital colombiana, es propiedad de los hermanos Jorge y Mark Raush, quienes en los últimos años se han convertido en referentes de la gastronomía en Colombia, con sus exitosos restaurantes, shows de televisión y 3 excelentes libros. Ubicado en la Calle 69a con 5, en una casa de dos pisos, quedando la cocina y el bar en el primer nivel, y el comedor principal en el segundo.

Para esta visita hicimos trampa con las entradas, ya que en una mesa con ocho personas decidimos pedir una tabla ibérica y otra con cinco tipos de quesos. Rápidamente, la primera con lomo ibérico, chorizo español y fuet. Los tres muy ricos, acompañados con la clásica tortilla de papa española, alcachofas y una tostada con salsa de tomate catalana. La segunda con queso azul, brie, camembert, manchego y emmental. Estos acompañados con albaricoques desidratados, pecanas y una compota de dátiles.

Para el plato fuerte, me decidí en esta ocasión por el chuletón de cerdo ahumado y cocido al carbón. El plato armado con una generosa porción de chuleta de cerdo con su costilla a la vista. Ligeramente ahumado, jugoso por dentro y espectacularmente dorado y marcado por fuera. El plato lo completa una tartaleta en masa philo con macarrones y champiñones gratinados, trozos de brócoli y una rica salsa de mostaza dijon.

Entre los platos elegidos por mis acompañantes, estaban otros tres clásicos de su carta: el mero a l'ancienne con beurre blanc (salsa blanca de mantequilla) y servido sobre papas baby, cebollitas ocañeras caramelizadas y bastones de tocineta ahumada. El mero cocinado en mantequilla avellanada y en su punto. Mi esposa por su parte, probó el Orange Roughy, servido en salsa de trufa negra, unos espectaculares hongos morel, puré de papa y vegetales como habitas, puerro, tomate y zanahoria. Finalmente mi hermano se decidió por un magret de pato en salsa de tamarindo, plato con el cual se montó un capítulo del programa de Utilísima, Reto al Chef, en el cual Mark Raush venció al anfitrión de este show, Simón Buhler. Los comentarios sobre los tres platos no ahorraron elogios en la calidad, presentación y buen sabor de los mismos.
Finalmente llegó el momento del postre. Nuevamente, con el tamaño de la mesa, buscamos una alternativa para compartir, ante la cual el mesero no dudó en ofrecernos el postre Criterion. Este postre preparado en la mesa sobre un tapete de silicona es una mezcla de show, diseño y sabores de diferentes postres, salsas, espumas y helados de la casa.

Criterion es un lugar donde se come muy bien y con mucha consistencia. Jorge y Mark con frecuencia salen a conversar con los clientes y su mano se nota en la calidad de los platos que allí se comen. Las recetas de su menú se consiguen en los libros que allí se pueden adquirir, con el plus de tener la posibilidad de ser firmados por sus autores.


Calificación (0 a 5):
Comida: 5
Servicio: 4.5
Decoración: 4
Precios: Entre $70.000 y $150.000 (Us$40 y Us$80) por persona. Sin embargo hay platos con caviar y carne Wagyu que pueden multiplicar considerablemente en valor de la cuenta.

lunes, 4 de junio de 2012

Leo Cocina y Cava

Bogotá, Colombia

Postulado como uno de los mejores restaurantes del mundo por la revista Condé Nast Traveller, hace poco tuve la oportunidad de almorzar en este restaurante ícono en la ciudad de Bogotá. Quienes me conocen, saben que soy poco amante de la comida fusión y experimental, así que llegué a este lugar con mucha expectativa, pero igualmente muchos interrogantes sobre lo que podría encontrarme. Su chef y propietaria, Leonor Espinoza, es una persona que se ha dedicado a estudiar productos de nuestro país que son en muchos casos desconocidos y en otros poco accesibles, incorporándolos en un menú que recorre de punta a punta, la geografía nacional.

El restaurante, ubicado en una antigua casona en la Calle 27b, arriba de la Carrera 7 de Bogotá, al frente del centro internacional, totalmente remodelada en su interior y con un aire minimalista pero muy moderno. Desde la llegada, como dato curioso la puerta permanece cerrada, se respira la amabilidad de las personas que trabajan en este restaurante. Para comenzar, nos recibieron con una cortesía da la casa. En esta ocasión nos dirigimos al centro de la zona andina, con un rollito basado en la arepa tolimense, acompañado con una deliciosa salsa de ajonjolí.

En esta ocasión estuve invitado por mi esposa, con motivo de nuestro séptimo aniversario. Optamos por una entrada para compartir. Nuestra elección fueron los Tentáculos de Pulpo asados al carbón. Visualmente espectaculares, montados sobre espárragos verdes asados y salsa de corozo, en un rápido salto hacia la costa norte de Colombia. Que buen inicio, con dos rápidos y contundentes golpes visuales y de sabor, todas mis prevenciones desaparecieron y las expectativas crecieron.

Para el plato fuerte, tuve muchas dudas. Arroces, carnes y productos de mar componen los tres grandes bloques de los platos fuertes. Platos tan criollos como la sobrebarriga, sofisticados como la langosta, exóticos en estas latidudes como el caracol, desconocidos como la piangua, burgao y el piacuil, o incrustados en mi corazón como la posta negra cartagenera, hicieron que la decisión fuera difícil de tomar. Finalmente mi esposa de decidió por los langostinos flameados en ron antillano, montados sobre un risotto verde con burgao y piacuil. Saltamos a la costa pacífica colombiana, de donde provienen estos dos ingredientes finales, un caracolito y una concha provenientes de esta zona con un enorme potencial culinario, muy poco explotado. Después de mucha indecisión (con la Posta Negra y un Arroz con Carne Oreada), yo elegí el Arroz con Mariscos. Salteado con pimentón ojo y verde, cebolla, camarón, calamar y achiote, acompañado con una colita de langosta, un langostino y tajadas de plátano maduro cocinado en leche de coco. Muy buen sabor, como todos los platos del día, visualmente muy llamativo y con más mariscos que arroz (difícil encontrar este balance). La colita de langosta muy bien cocinada, soltó perfecta y fácilmente de su concha. Los maduritos dulces, y definitivamente el coco es un ingrediente mágico con cualquier otro ingrediente con el que se cocine.

Las porciones en este restaurante son pequeñas, lo cual nos abrió la maravillosa posibilidad de pedir dos postres. A diferencia del plato fuerte, acá la decisión si fue muy fácil. Primero un Mousse de Queso Costeño con el Monteriano MongoMongo y helado de Gulupa (fruta del amazonas), una interensante mezcla de dulce con ácido. La única crítica de este, es que el desprevenido costeño que vea esta opción y sueñe con la fantástica mezcla de frutos autóctonos que componen el mongomongo, se va a encontrar con dos pedacitos tan pequeños que sale uno más aburrido que contento. La segunda opción, y quizás la única decepción de nuestra visita, fue el aclamado (por otros) helado de Kola Román con Pionono Cartagenero. Soso, con más sabor a vainilla que a la fuerte bebida gaseosa de origen cartagenero.

En términos generales, un lugar para volver. Excelente servicio (rápido y muy, pero muy amable), precios normales para los lugares de este nivel en Bogotá, quizás un poco alto teniendo en consideración el tamaño pequeño de todas sus porciones. Seguramente, la próxima vez decidiré con el corazón (la posta negra es uno de mis top 5) o con el regionalismo (hay una receta con carne oreada y un par más con hormigas culonas... santandereanos siempre adelante!!!)... o quizás, a última hora escogeré alguna combinación con algún exótico o desconocido ingrediente proveniente de la gran diversidad de nuestro querido país y que Leonor con su genialidad, nos ha brindado la posibilidad de tener más cerca.

Calificación (0 a 5):
Comida: 4
Servicio: 5
Decoración: 4
Precios: Entre $70.000 y $140.000 (Us$40 y Us$80) por persona

viernes, 3 de febrero de 2012

Patagonia, Asados del Sur

Usaquén, Colombia

Años atrás llegó a este antiguo municipio, hoy barrio de Bogotá, un restaurante atendido por dos argentinos, cuya especialidad era la carne asada. Fácil y rápidamente lograron ser reconocidos por la calidad de las carnes que usaban (maduradas, lo que no era tan común en aquellos años) y entregar sus productos con gran sabor y exactitud en el punto de cocción. Por aquellas circunstancias de la vida, que muchas veces no podemos explicarnos, nunca más regresé a este restaurante.  La semana pasada volví en su nueva sede, unas calles más al norte de la antigua, la cual en un trámite notarial vi que habían demolido, seguramente para alojar un nuevo edificio.

Sobre el local, es más amplio que el anterior, sin embargo incómodo a tal punto que la puerta permanece cerrada con llave (aparte de peligroso para los comensales, anti marketing) para que un molesto viento no afecte a quienes estamos adentro. Quizás un pro de esta nueva sede es el no tener la parrilla tan encima como antes, siendo agradable no respirar el humo natural de la cocción a las brasas.
Para comenzar, pedimos una provoleta asada, tradicional entrada en las parrillas argentinas. Esta llegó rápidamente a la mesa, tostada por fuera y fundida por dentro. Condimentada con orégano y páprika. Acompañando este plato nos sirvieron una canasta con baguette tajada y en una buena decisión de fusión cultural... dos tipos de chimichurri... el habitual colombiano con perejil, ajo y aceite... y el argentino, rojizo con orégano, pimentón, paprika, aceite de oliva y vinagre (un poco pasado en este último ingrediente, para mi gusto).

Desafortunadamente en este punto, los buenos recuerdos comenzaron a quedar en solo recuerdos. El mesero que hasta ese punto nos había atendido, fue encargado de hacer mercado, seguramente para los productos que en este punto de la tarde ya escaseaban. Volviendo rápidamente al tema del nuevo local, el mercado entró por la misma puerta de clientes, acompañado del fastidioso "chiflón" de aire en una situación que le bajó definitivamente puntos a la experiencia en general. Con el cambio de roles entre el personal del sitio, nuestra mesa quedó huérfana. Pasado un tiempo logramos que una mesera nos siguiera atendiendo. Nos tocó nuevamente hacer el pedido del plato fuerte, con lo cual nos dimos que el primer mesero desconocía la carta, al darnos componentes diferentes de la parrillada que yo pedí, a los que esta realmente traía.  La parrillada es el mismo bife de chorizo, servida con un chorizo y una morcilla servidos como entrada. Sobre estos dos productos, el chorizo muy insípido (como extrañe los Chorizos del Sur, de Marcelo Grecco) y la morcilla a la usanza argentina, sin arroz, pero muy seca.

Pasaba el tiempo y hablamos agradablemente con mi esposa e hija. Gracias al registro fotográfico para montar las imágenes de este blog, nos dimos cuenta que entre la servida del chorizo y morcilla y ese momento de reacción, habían pasado 45 minutos... Y qué pasó con nuestras carnes? Hasta la misma mesera, quien inicialmente nos había parecido muy diligente, lo había olvidado. Creo que en este sitio desbancaron al counter de American Airlines en el top de quienes hacen todo lo posible porque la experiencia de servicio sea desagradable para el cliente... y eso es mucho decir. Finalmente llegó la carne, y gracias al "chiflón" pedimos que no nos la tajaran. En el pasado ellos cortaban el bloque de carne de un pedido en finas lonchas que bien presentadas llegaban a la mesa mostrando los espectaculares colores de una carne asada a término medio. Así la pidió una mesa vecina, y lo que pusieron sobre la tabla fue una montonera de trozos de carne mal pésimamente presentado, que no va en línea de los precios de este lugar. Sobre la carne... el corte no es el habitual del bife de chorizo. Segundo en mi tabla iban dos trozos, el grande en su punto, pero el segundo totalmente pasado.. Será que completaron el peso de mi porción con un sobrante de tiempo atrás en la parrilla? Y finalmente, la carne parecía sazonada por un papá colombiano en asado casero de los años 80. Los argentinos se destacan por poner solo sal sobre sus carnes para ser preparadas a la brasa. Esta tenía una marinada con una fuerte presencia de ajo, que realmente terminaron de bajar la nota en esta visita.

Un buen inicio, se fue deteriorando poco a poco con el paso del tiempo y en la medida que llegaba la comida a la mesa. Trístemente el Patagonia de 6 años atrás no es el mismo. Sus agradables propietarios brillaron por su ausencia y seguramente esto influye en el deterioro del servicio y los alimentos. Adicionalmente, me parece que las tablas sobre las que se sirve la comida son antihigiénicas y le restan presencia a la comida.

Calificación (0 a 5):
Comida: 3 (Sube la nota la provoleta asada)
Servicio: 1
Decoración:2
Precios: Entre $50.000 y $80.000 (Us$27 y Us$45) por persona

jueves, 8 de diciembre de 2011

El Cielo

Medellín, Colombia

Llegué a este restaurante, gracias a un programa del canal El Gourmet, dedicado al cultivo y la cultura del chocolate en Colombia, en el cual José Ramón Castillo pudo disfrutar de los momentos en los que el chef Juan Manuel Barrientos ha diseñado la experiencia sensorial que ofrece a sus clientes en Medellín y ahora en Bogotá.

Para iniciar, este restaurante no tiene menú. La oferta nocturna está basada en dos experiencias, de 11 o 20 momentos (hay una tercera de seis momentos que se puede disfrutar a la hora del almuerzo). La primera opción demoraba cerca de dos horas y la tercera unas 3. Nos decidimos por la primera, ya que eran cerca de las 9 cuando llegamos al restaurante.

Para comenzar, nos pusieron dos tazas trasparentes con agua y hojas dentro de esta. Frente a cada persona, nos colocaron na gran concha con una pastilla blanca, más parecida a una menta que a cualquier otra cosa. Con unas pinzas ubicadas en un bloque de madera que nos acompañó toda la noche, se tomaba la pastilla, se ubicaba en el agua y la pastilla se convertía en una toalla para lavarnos las manos... por lo menos la experiencia iniciaba de a forma muy curiosa.

En segundo lugar, nos trajeron un aperitivo hecho con vino espumoso, limón y lychee. El tercer momento de la noche, que nosotros ante una cena tan particular decidimos llamar el bom-bom-bum, era una colombina de salmón ahumado con queso crema, cubierto con una gelatina de jengibre y soya. El palo era una hoja de limonaria. Si el inicio había sido interesante, la primera experiencia con la comida fue sencillamente deliciosa. El cuarto momento de la noche fue una refrescante ensalada que, al igual que con los anteriores, traía su sorpresa. Esta consistía en una espuma de zanahoria, una de tomate y una tercera de pepino. Cada una traía en la parte superior un trozo de su ingrediente principal, como para no perdernos ante tantas cosas "raras". Detrás de las espumas había una vinagreta granizada cuyo ingrediente principal era el limón, cubierta con lechuga romana en julianas. Aparte de los ricos sabores, en este restaurante les gusta jugar con las diferentes texturas con las que nos presentan cada plato. Fue acá cuando llegaron las bebidas... en nuestra mesa dos opciones divididas... limonada de coco y limonada con yerbabuena, esta última la mía... era como tomar mojito sin ron.

Llegando a la mitad de la noche, un quinto momento era una arepa de choclo hecha con 4 quesos, tocineta y granos enteros de maíz dulce... sobre una salsa de frutos rojos con jengibre (varios platos lo traían como uno de sus ingredientes). El sexto momento, nuevamente jugando con nuestros sentidos, era una sopa muy particular. A nuestra mesa llegó un plato blanco con un cubo gelatina de guayaba en el centro... !!!Sopa con guayaba!!! uy la cosa de rara pasó a bizarra. COn unos cilindros, similares a los usados para la preparación de crema chantilly, nos sirvieron una espuma de zanahoria caliente... la cual comenzó a fundir la gelatina. Sopa con bocadillo... podría decir un desprevenido... pues les cuento que esta aparente locura resulto muy rica... quien fuera a creerlo.

El séptimo momento de la noche fue un cambiador de sabores, preparándonos para el plato fuerte. Un par de granizados frutales cubiertos con crema chantilly y semillas de amapola. El octavo momento... uno de los grandes shows de la noche consistía en un recipiente redondo, que tenía una mezcla aromática, secreto de la casa, sobre la cual virtieron hidrógeno líquido. Nuestra mesa (y nosotros) literalmente se cubrió por una nube blanca con aromas similares a los de un sauna. En este lugar no paraban de sorprendernos.

Y finalmente el plato fuerte. Nos presentaron 6 opciones (3 mar, dos tierra y un aire). De todas estas yo me incliné por un tamal de langostinos, chorizo español y espárragos. Las otras opciones seleccionadas por mis acompañantes fueron un salmón asado con risotto y gelatina de tomate, bondiola de cerdo con ravioles de ricotta y espinaca y un lomito de res con polenta y salsa de ají rocoto. Visualmente la mía fue la menos atractiva... pero el sabor increíble. La masa venía adobada con especias orientales, tres langostinos de buen tamaño y dos tajadas de chorizo... nuevamente el juego de sabores inicialmente raro... pero increíblemente rico.

Un nuevo cambiador de sabor, esta vez con un granizado de lulo servido sobre un crocante de borojó, durazno en almíbar, un vasito de melón con cristales de banano y hojas comestibles. 10 momentos inolvidables.

El remate, de lujo, como el resto de la experiencia vivida en las dos horas anteriores. Una degustación de postres, que consistía en un granizado de kiwi, una gelatina de alguna fruta que sinceramente olvidé de que era (antes no, con tantas cosas raras), una espuma dulce de queso azul (si del mismo queso fuerte que muchas personas no resisten) suave y aunque no era la estrella de la noche, tampoco desentonó en este particular menú y una torta de chocolate, quizás lo más tradicional que vimos en esta aventura culinaria y de los sentidos.

Finalmente, un doceavo momento. Para la despedida nos llevaron una flor marcada con el logotipo del restaurante. Esta untada con cremas, las cuales junto con los aceites naturales del pétalo nos dejaron las manos listas para volver a casa. Para quienes lleven la cuenta desde el inicio hablamos de un menú de 11. El adicional fue el baño en nitrógeno líquido, cortesía de la casa para que en una visita futura nos decidamos por la opción de 20 momentos.

Hay algunos que hablan de un momento sorpresivo que llega con la cuenta final... pues al no haber carta... no habíamos visto precios. Uppps... preguntamos por tiempo pero no por precios... El menú de 6 momentos entre $38 y $42 mil pesos. El nuestro alrededor de $90 mil y el de 20 momentos, por los $160 mil. Son precios altos, pero después de la calidad de la experiencia vivida, para nada caros. En Bogotá podríamos hablar de cuentas alrededor de un 20% más altas para opciones similares. Veredicto final... recomendado a ojo cerrado.

Calificación (0 a 5):
Comida:5
Servicio: 5, más que meseros, este restaurante tiene verdaderos maestros de ceremonias
Decoración: 4
Precios: Entre $45.000 y $170.000 (Us$25 y Us$90) por persona






miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cevichería La Mar

Bogotá, Colombia

Este es el segundo restaurante en Bogotá, con el genial sello de Gastón Acurio, a quien responsabilizan del boom de la gastronomía peruana en el mundo. Ubicado en un amplio local de Usaquén, su carta va más allá de los ceviches que uno imaginaría como su fuerte, haciendo alusión a su nombre. He tenido la oportunidad de ir tres veces, con lo cual haré en esta nota un resumen de mis tres visitas.

La primera vez, fue como a los tres meses de haber sido abierto. En ese entonces, llegar sin reserva era una condena a dar media vuelta y volver aburrido a casa. Sin embargo lo hicimos y la espera de media hora para sentarnos en una mesa nos sirvió para ordenar un par de pisco sours. En mi caso pedí un pisco que venía con chicha morada. Rico aunque el precio de este, un poco exagerado a mi parecer.

Ya en la mesa, las entradas están marcadas por una serie de ceviches y tiraditos de pescados y mariscos, con leche de tigre, y los diferentes ajíes peruanos como el amarillo, el panca y el rocoto. Estos se complementan con las peruanísimas causas (moldes de papa amarilla, coronadas por pollo o mariscos) y otros antojitos de mar como unos riquísimos anticuchos de pulpo, brochetas o pinchos de patas de pulpo marinadas en ají panca y asadas a la parrilla, montadas sobre una cama de puré de papa amarilla. Tanto los ceviches como las causas se pueden pedir en platos de degustación, siendo esta mi recomendación para los "primerizos" ya que pueden disfrutar de las diferentes versiones que se preparan en este restaurante para estos platos.

Pasar a los platos fuertes es otra dura decisión. Entre los arroces, los pescados, los saltados y otras delicias tradicionales de esta cocina, la cosa puede ser complicada.

Yo he pedido en mis tres visitas dos versiones de tacu tacu y un arroz con mariscos. Este último con una buena carga de langostinos, calamar, pulpo y pescado. Un justo toque de picante y lo que para mi marcó una deliciosa diferencia en este plato... estaba adornado con una mezcla de cebolla, pimentón y cilantro marinados en leche de tigre (jugo que resulta del traadicional ceviche). Este toque ácido al mezclarlo con el arroz resultaba realmente refrescante.

Volviendo a los Tacu Tacu, este plato consiste en una mezcla de arroz con fríjoles machacados, los cuales se mezlan y se sofríen en una sarten hasta lograr una corteza dorada. Esta mezcla normalmente se baña con una preparación calduda a base de mariscos o carnes. 

En la carta de La Mar, hay dos versiones. La primera llamada Tacu Cauche. En este plato, la salsa es de langostinos, camarones, conchas y calamares preparados en una salsa al estilo del cauche arequipeño (salsa cremosa preparada con tomate, ají amarillo y queso). El segundo, mi favorito, es el Tacu Tacu Super La Mar, acompañado de lomo saltado con camarones y calamares... es como matar dos pájaros de un tiro.

Hasta ahora desafortunadamente no he logrado llegar a los postres. Al igual que con las entradas, para terminar hay una opción de degustación de postres, pero entre las generosas porciones de los platos fuertes y la poca capacidad que he tenido para sacrificar parte de las entradas, me he perdido de este momento final de la comida, el cual estoy seguro que no desentonará para cuando lo logre.

Para resumir, este restaurante es un verdadero punto referencia de la comida peruana en Bogotá. Sus precios por encima del promedio, pero hay que tener el cuenta que el componente marino en la mayoría de sus preparaciones lo ponen en el promedio de otros. Afortunadamente para quienes planeamos poco nuestras salidas  a comer, ya se puede llegar sin reserva y lograr, en el peor de los casos con una corta espera, entrar para conocer el porqué su propietario se ha ganado la reputación que ha logrado con el paso de los años.

Calificación (0 a 5):
Comida:5
Servicio: 3.5 (lento y aveces desordenados con el orden del pedido)
Decoración: 4
Precios: Entre $50.000 y $70.000 (Us$25 y Us$36) por persona

martes, 1 de febrero de 2011

La Plaza de Andrés

Bogotá, Colombia

El ingenio de Andrés llegó al mundo de las plazas de comida, no como un local, sino como la plaza entera. Usted desea comer platos típicos, carne asada, hamburguesas, sandwiches, comida de mar, sopas, postres, panes, frutas, etc... ?

Todo esto lo puede conseguir en el tercer piso del centro comercial El Retiro. La Plaza de Andrés siguiendo el esquema de una plaza de comidas, pero sin abandonar el estilo al que nos ha acostumbrado en sus restaurantes de Chía y DC (en este mismo centro comercial). En mi opinión, un hit total.

El lugar trata de reflejar con su decoración, lo mejor de nuestras plazas de mercados y tiendas de abarrotes de pueblo... SI... lo que usted ve en las repisas y en las columnas si son el arroz, aceite, sal, y en general, los insumos con los cuales preparan su comida... SI... las frutas en la entrada las puede comprar... SI... la peculiar vendedora de aguacates, es una vendedora de verdad, quien le puede proporcionar un rico aguacate para acompañar su plato. En la Plaza de Andrés, la realidad juega con la decoración y los personajes del lugar.

Ya he tenido la oportunidad de ir tres veces a la plaza. Canasta de carne, pollo asado, calentados de la plaza y paisa, bandeja paisa y un inmejorable merengón de guanábana, hacen parte del menú que he podido probar en este lugar. Me falta pedir lechona tolimense, pero para hacerlo debo enfrentarme a la congestión de parqueadero, filas en caja y mesas de los días domingo en el cual la venden.

La canasta de carne, es una versión pequeña, picada y a mitad del precio, de las deliciosas carnes que se pueden comer en los restaurantes de Andrés. El pollo asado, realmente mi única decepción... tiene toda la pinta que uno espera de este típico plato, pero mucho color se traduce en muy poco sabor. Cosa curiosa, en la pollería se puede comprar lechona los días domingo y festivos... cuando la pruebe prometo actualizar esta nota.

Vamos a los buenos... inicialmente los calentaos paisa y de la plaza (en la primera foto). El primero cargado de fríjoles antioqueños, plátano maduro, carne y hogao. El segundo con lentejas, papa y pollo. Los dos, coronados con el infaltable huevo frito. Recomiendo cualquiera de los dos... si quiere sabores fuertes, pida el paisa. Si quiere un sabor más suave, pero más fiel al calentao de casa, pida el de la plaza.

Sigue la bandeja paisa, por partes. Los fríjoles, servidos en una cazuela aparte. Muy rico sabor, aguados como me gustan. El único defecto, ponerlos fuera del plato dificulta la mezcla con los otros ingredientes. Los chicharrones son los mismos pequeños y perfectamente tostados que acompañan las entradas en los restaurantes. Me pareció un hit haber elegido la opción ya ganadora, en lugar de experimentar con el tracidional "doce patas". La carne, en polvo. La Arepita en su versión redonda y tostada (solo le falta un toquecito de hogao, aunque se puede pedir extra). El chorizo típico antioqueño con el plus de tener un sabor ligeramente más suave al original, me gustó. Para mejorar (y es cuestión de gustos...), el plátano parecía pasmado (verde con pinta de maduro)... me hizo falta el dulce de un buen plátano maduro. El aguacate, personalmente prefiero una media luna de aguacate con un toque de sal. La versión de este plato era picado con una vinagreta que en mi concepto le hizo bajar puntos. El comentario general, no es la del envigadeño, pero si quieren evitar la ida al centro, es una de las mejores en el norte de Bogotá, superior incluso a la de tantas fondas que se ven en nuestras calles.

Finalmente, no podía despedirme sin darle un merecido espacio a la estrella de mis idas a este lugar: El Merengón de Guanábana y Durazno. Preparado en el momento que usted lo ordena. Es un merengue de unos 8-10 centímetros de diámetro, partido por la mitad (lo hacen frente a sus ojos). La mitad inferior del merengue, va en el fondo. La cubren con una capa de crema chantillí, una generosa capa de gajos de guanábana (fresca, comparada con la procesada de Alpina y abundante, comparada con la escasa en los baules de Renault 4 en la autopista norte), durazno rebanado (un extra que aporta más color que sabor, pero para nada molesta), la capa superior del merengue, más chantillí y un adorno final de durazno rebanado. Muy buen tamaño (perfecto para compartir), fresca y abundante fruta, crema en una cantidad suficiente, un merengue fresco y crujiente.... definitivamente vale la pena solo ir para probarlo.

El balance final, un lugar que nos acompañará por muchos años, precios cómodos comparado no solo con sus hermanos mayores, sino con la oferta actual en las plazoletas de comidas habituales en otros centros comerciales. Para mejorar... la selección del plátano maduro. El atollao debe ser asopado y necesita un arroz diferente al castellano para que quede un poco más pegotudo. Si hay fila, estas son demoradas, y si la paciencia no es su virtud, elija una gaseosa en su lugar de compra y no pase por los jugos. Estos son eternos en tomar la orden y después en entregarlos. Siendo de la misma casa, yo sugeriría implementar un sistema de tarjeta o bonos que le permita a las familias efectuar un solo pago, en lugar de tres y hasta cuatro, cuando las opciones elegidas corresponden a diferentes puntos de la plazoleta

Calificación (0 a 5):
Comida: 4
Servicio: 3.5 (castigado por el local de jugos)
Decoración: 5
Precios: Entre $20.000 y $50.000 (Us$10 y Us$27) por persona

sábado, 29 de enero de 2011

Restaurante La Parolaccia

Buenos Aires, Argentina

Cuando nos hablan a los extranjeros, de la gastronomía argentina, lo primero que a muchos nos viene a nuestra mente son sus carnes y parrillas. En segundo lugar, podríamos hablar de sus vinos y después, porque no, de sus pastas.

Es por eso, que mi tour gastronómico por Buenos Aires debía incluir una trattoria. Y el turno fue para La Parolaccia en Puerto madero, perteneciente a la cadena de restaurantes con 22 años de tradición y ocho locales en la ciudad.

Inicialmente, me recibieron  con una copa de cortesía con Campari, mientras esperaba una mesa en una comoda sala ubicada en la entrada del restaurante. Inicialmente me advirtieron que la espera podía ser de 20 minutos a media hora, pero a los 15 minutos ya estaba sentado en mi mesa (buen manejo de las  expectativas del cliente... o simple suerte??).

Me pareció un práctica curiosa en esta ciudad, y aplicada en este restaurante, que al lado de la mesa ubican una cajita, en la cual ubican las botellas de las bebidas que se piden.

La canasta de panes (parte del infaltable couvert, en los restaurantes de esta categoría) muy generosa, calienticos y diversos, y acompañados con una combinación de queso crema con cebollín para untar.

Para arrancar pedí una ensalada capresse. Tres rodajas de tomate y queso mozzarella, cubiertos por abundante rúgula y  salsa pesto. En la "cajita" me colocaron aceite de oliva y vinagre balsámico, que a mi gusto serví sobre la ensalada. El tricolore italiano fue un rico y fresco inicio para lo que vendría como primmi (y único) piatti. Para resaltar la frescura del mozzarella, seguramente otra bondad heredada de los inmigrantes italianos en este país, a la par de sus excelentes pastas.

Para el plato fuerte me decidí por la pasta rellena. En la carta habían diversas opciones: ravioli, agnolotti, canelloni, sorrentinos. Me fuí por esta última opción, al ser la que difícilmente  encontraría en casa. La salsa, Gran Carusso: jamón, champiñones, cebolla, salsa de tomate y crema. El relleno... mozzarella y jamón y gratinados con un poco de queso mozzarella adicional. El plato, pequeño si lo quisieran como único, la salsa suave y con los sabores bien definidos. El relleno se derretía estirándose en su camino del plato a la boca. Generalmente, yo como mis pastas con mucho queso parmesano, acá lo pedí para probar la versión argentina. Seguramente me dieron el tradicional reggianito, pero solo lo puse en un extremo del plato, estaba tan rico que no fue necesario seguir mi costumbre habitual (no quiero que vayan a interpretar que si a las pastas que como las "lleno de queso", estas. sean malas).

En términos generales, me fue bien... con el servicio y los dos platos. El restaurante en su diseño me pareció un poco apretado... a la salida me tocó esquivar varias sillas que dificultaban el desplazamiento.

Una anécdota para los que somos turistas: en estos restaurantes de Puerto Madero, la propina no está incluída en la cuenta y tampoco se puede cargar en la tarjeta. Así que si usted quiere reconocer la buena atención, debe llevar dinero en efectivo para poder hacerlo. Adicionalmente, en todas partes se cobra un "couvert", que es el costo de lo que podríamos considerar como las cortesías que nos ponen en las mesas. Este lo cobran "si o si"... así que vayan dispuesto a ganarse los gramitos de más que le sumarán la rica canasta de pan que les mencionaba al inicio.

Calificación (0 a 5):
Comida: 4
Servicio: 4.5
Decoración: 3.5
Precios: Entre $50.000 y $100.000 (Us$25 y Us$50) por persona